La historia de Armero no puede contarse sin mencionar a su voz más importante: Radio Armero, la emisora local que acompañó por décadas la cotidianidad del pueblo y que, la noche del 13 de noviembre de 1985, se convirtió en testigo involuntario de la mayor tragedia natural en la historia de Colombia. Desde sus modestos estudios, ubicados a pocas cuadras del parque principal, la emisora transmitía noticias agrícolas, mensajes comunitarios y música popular. Era el corazón informativo de un municipio en plena expansión económica. Pero esa noche, cuando el Nevado del Ruiz despertó, la voz de la emisora se apagó para siempre.
Radio Armero funcionaba con un pequeño equipo de locutores, operadores y corresponsales rurales. Muchos estaban presentes cuando comenzaron a llegar reportes sobre el ruido del volcán, pero como ocurrió con las autoridades nacionales, nunca imaginaron la magnitud del desastre que se acercaba. De acuerdo con testimonios de sobrevivientes, la emisora alcanzó a emitir mensajes de calma e incluso advertencias imprecisas sobre posibles crecientes del río Lagunilla. Sin embargo, la avalancha llegó antes de que pudieran transmitir una alarma efectiva. Los estudios, sus antenas y su archivo completo quedaron sepultados bajo toneladas de lodo y escombros.
Una de las grandes preguntas que surgió después de la tragedia fue qué pasó con los registros sonoros de la emisora: programación, radioteatros, mensajes institucionales y anuncios que eran parte esencial de la memoria local. Los archivos originales, casi todos almacenados en casetes y carretes de cinta abierta, fueron destruidos completamente. La corriente del lodo trituró las instalaciones como si fueran papel. Hasta hoy, no existe ninguna grabación conocida que preserve la programación habitual de Radio Armero, lo que convierte su pérdida en uno de los vacíos culturales más significativos de la tragedia.
Algunas versiones señalan que uno de los operadores de turno intentó mantener la transmisión activa hasta el último momento. Sobre esto no hay registro verificable, aunque sobrevivientes aseguran haber escuchado la emisora hasta pocos minutos antes del apagón definitivo. A diferencia de la llamada del piloto al programa de Yamid Amat —que se convirtió en un documento histórico—, no existe una grabación del último mensaje al aire de Radio Armero. La emisora desapareció sin dejar rastro sonoro, como si el silencio fuera un símbolo inevitable de lo que ocurrió en el municipio.
Después de la tragedia, instituciones como Inravisión, Colcultura y la Gobernación del Tolima intentaron recuperar cualquier vestigio, pero lo hallado se limitó a pedazos de antenas, fragmentos oxidados de consolas y restos irreconocibles de casetes destruidos. Los especialistas concluyeron rápidamente que el archivo era irrecuperable. La memoria radial de Armero quedó entonces en manos de los recuerdos individuales: locutores que sobrevivieron y que reconstruyeron de manera oral cómo era la programación; oyentes que aún recuerdan los jingles, los mensajes de mercado y las voces familiares que acompañaron su vida diaria.
Con el paso de los años, se han hecho esfuerzos para reconstruir simbólicamente la emisora. En el Parque Temático Omaira Sánchez existe un pequeño espacio donde se menciona su historia, aunque sin elementos originales. Investigadores de la Universidad del Tolima y del Archivo General de la Nación han planteado proyectos de memoria sonora que incluyan entrevistas y recreaciones documentales. La idea es salvaguardar lo que queda: testimonios, anécdotas, crónicas y fotografías de la emisora antes del desastre. Hasta ahora, estos esfuerzos avanzan lentamente, pero representan una oportunidad para recuperar la dignidad de un patrimonio perdido.
La ausencia total del archivo sonoro de Radio Armero es, para muchos historiadores, una metáfora del olvido institucional que siguió a la tragedia. La emisora era la voz del pueblo, y su desaparición simboliza las historias, identidades y proyectos que el lodo sepultó. En un país donde la radio ha sido la columna vertebral de la memoria colectiva, la pérdida de este archivo es un golpe profundo para la historia del periodismo regional. También recuerda la necesidad de preservar, digitalizar y proteger los acervos culturales de las regiones vulnerables.
Hoy, 40 años después, Radio Armero vive únicamente a través del relato de quienes la escucharon y la hicieron posible. No existe audio, no existe cinta, no existe documento técnico que testifique su último día al aire. Solo queda la memoria. Por eso, investigadores, periodistas y autoridades locales insisten en que el futuro del antiguo municipio debe incluir un Centro de Memoria Sonora que permita reconstruir, desde la voz de sus sobrevivientes, aquello que la avalancha destruyó. Volver a darle voz a Armero sería, quizá, el acto simbólico más poderoso para honrar su historia.
