El desafío de la era digital: 91 % de estudiantes usa IA sin guía y Colombia intenta fortalecer el pensamiento crítico

 


En un mundo saturado de información, polarización y automatización, el pensamiento crítico no es un lujo académico, sino una necesidad vital. El informe “Desarrollo del pensamiento crítico en la Educación Superior e innovación pedagógica en un mundo complejo y digital.” elaborado por Mireia Vendrell Morancho Profesora de OBS Business School. lo plantea como una habilidad estructural de la educación contemporánea, una competencia que combina razón, ética y acción para formar ciudadanos capaces de analizar, decidir y transformar su entorno.


El estudio que analiza la evolución del pensamiento crítico en España, Colombia y Perú entre 2020 y 2025, demuestra que los avances normativos y tecnológicos no bastan si no se acompañan de formación docente, coherencia institucional y entornos que promuevan la duda y el diálogo.


En Colombia, la autora subraya una paradoja, en la cual el país cuenta con uno de los marcos normativos más sólidos de la región el Decreto 1330 (2019) y la Resolución 21795 (2020) exigen su desarrollo y evaluación, pero los resultados aún son modestos. Según el ICFES, la mayoría de los estudiantes universitarios alcanzan niveles intermedios en lectura crítica, lo que revela una brecha entre la política y la práctica. 


En España, la integración del pensamiento crítico en los planes universitarios es un hecho. La Ley Orgánica del Sistema Universitario (2023) y los programas de aseguramiento de la calidad lo reconocen como una competencia esencial, aunque el informe advierte que los resultados siguen siendo desiguales entre regiones y disciplinas. Iniciativas recientes, como CO-CRITIC.AR, o el uso de herramientas como ChatGPT para debates guiados, demuestran que el pensamiento crítico puede fortalecerse cuando la tecnología se usa con mediación reflexiva. “Pensar críticamente no es solo una habilidad cognitiva, es una forma de ser y de actuar con conciencia ética”, afirma la autora del informe. “No basta con saber acceder a la información, hay que aprender a interpretarla, contrastarla y cuestionarla.”  Además, el 91 % de los estudiantes colombianos afirma utilizar herramientas de Inteligencia Artificial en su día a día, según un estudio de GAD3 para Planeta Formación y Universidades, lo que refuerza la urgencia de formar una mirada crítica sobre su uso.


Por eso, Mireia Vendrell Morancho ofrece seis pasos o claves que toda institución educativa puede aplicar para desarrollar pensamiento crítico de manera sostenible:


  1. Alinear el currículo con la reflexión ética y la acción social. No basta con mencionar el pensamiento crítico en los programas, hay que definir cómo se enseña y cómo se mide.
  2. Formar a los docentes como mentores del pensamiento. El profesorado debe ser modelo de deliberación y curiosidad, más que transmisor de contenido.
  3. Adoptar metodologías activas y contextos reales. El aprendizaje basado en proyectos sociales o dilemas éticos favorece la autonomía intelectual.
  4. Evaluar con propósito. Las rúbricas, la retroalimentación y las tareas auténticas permiten medir no solo lo que se sabe, sino cómo se piensa.
  5. Educar en inteligencia artificial crítica. Analizar respuestas de la IA, detectar sesgos y promover la transparencia tecnológica son hoy tan esenciales como aprender a escribir o argumentar.
  6. Garantizar equidad institucional. El pensamiento crítico florece solo en contextos donde todos sin importar su origen o acceso tecnológico pueden ejercer su voz y su juicio.


El informe advierte también que la irrupción de la inteligencia artificial ha cambiado el terreno del aprendizaje, si se usa sin mediación pedagógica, puede generar dependencia cognitiva y pérdida de autonomía intelectual. Por ello, la autora propone una alfabetización digital crítica que enseñe a dialogar con la tecnología, no a delegar el pensamiento.


En sus conclusiones, la autora plantea una visión esperanzadora, el pensamiento crítico no se enseña repitiendo, sino creando espacios donde se pueda disentir, preguntar y construir sentido propio. Colombia, con su marco educativo en transformación y una juventud cada vez más digital, tiene el potencial de convertirse en referente regional si logra que sus políticas se traduzcan en práctica cotidiana. Porque como afirma Mireia Vendrell “pensar críticamente no es desconfiar del mundo, sino atreverse a entenderlo para transformarlo.”

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