La música se eleva como plegaria en la conmemoración de los 80 años de la bomba de Hiroshima, con el concierto Presencias — Voces en el cráter, una ceremonia musical que entrelaza memoria, arte y espiritualidad. El evento se realizará el domingo 23 de noviembre de 2025, a las 4:00 p.m., en el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia, con entrada libre. La programación se enmarca en el ciclo Presencias — Sonidos & Ecos, creado por la Dirección de Patrimonio Cultural bajo la curaduría de María Belén Sáez de Ibarra.
El concierto rinde homenaje a las víctimas de Hiroshima a través de la obra Proprium, misa instrumental de la compositora rusa Sofía Gubaidulina (1931–2025), una de las figuras más profundas del siglo XX. Su música, inspirada en la fe, el silencio y la trascendencia, propone un viaje interior que transforma el dolor en esperanza. La presentación contará con la Orquesta Filarmónica de Mujeres, dirigida por el maestro ruso Guerassim Voronkov, y los solistas Mauricio Arias-Esguerra, Ala Voronkova y José David Márquez.
Proprium es un tríptico compuesto por las piezas Introitus, Offertorium y Detto II, concebidas como invocación, ofrenda y súplica. Aunque suelen interpretarse por separado, esta será una ocasión única para escucharlas como un solo rito continuo, tal como Gubaidulina lo imaginó. En su visión, “la música conecta lo finito con lo infinito”, uniendo sonido, silencio y oración en una experiencia que desborda los límites de lo humano y lo divino.
La puesta en escena integrará la danza y la simbología oriental. La Compañía de Teatro Danza Pies del Sol, dirigida por Gerardo Rosero, levantará un altar escénico con 30 bailarines de danza butō, inspirados en la estética japonesa Noh, nacida tras Hiroshima y Nagasaki. Será una ceremonia de cuerpo y memoria, donde la danza se funde con la música para invocar la vida en medio del vacío y abrir paso a la luz desde la sombra.
“Hoy el mundo vuelve a hablar de armamento nuclear con una ligereza alarmante”, reflexiona María Belén Sáez de Ibarra, directora de Presencias — Sonidos & Ecos. “Esta conmemoración es un recordatorio de lo que significa cruzar el umbral del horror. Viviremos un encuentro de tiempos y estéticas que buscan despertar una conciencia interior, mirar de frente la oscuridad y desde allí traer la luz”, añadió la curadora, destacando el sentido universal del concierto.
La ceremonia musical se inscribe en una reflexión más amplia sobre el papel del arte como resistencia ética y espiritual. Para Sáez de Ibarra, proyectos como Presencias convierten la música en una experiencia colectiva de memoria, donde el sonido no sólo conmueve, sino que repara. La elección de Gubaidulina no es casual: su obra es testimonio de una vida dedicada a buscar, en el arte, el lenguaje que une lo material y lo eterno.
El evento es realizado por la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia y el Auditorio León de Greiff, en alianza con el Conservatorio de Música UNAL, la Orquesta Filarmónica de Bogotá y la Fundación Carlos H. Urán. Con entrada gratuita, reafirma la convicción de que el arte y la cultura son derechos esenciales, no privilegios, y que el acceso a la belleza es también una forma de justicia social y espiritual.
El ciclo continuará el 30 de noviembre con El Réquiem del Silencio, del maestro Blas Emilio Atehortúa, en conmemoración del magnicidio de Guillermo Cano Isaza, director de El Espectador. Presencias — Sonidos & Ecos se consolida así como un programa que convierte la música en un acto de memoria viva, donde el arte resuena como testimonio, resistencia y celebración de la vida frente al olvido.
