Tempestad sobre Bogotá: el nuevo pulso entre Petro y Trump sacude la economía

Gustavo Petro y Donald Trump protagonizan una nueva ronda en la ya dificil relación entre el actual gobierno de Colombia con los Estados Unidos.


La relación entre Colombia y Estados Unidos ha sido, por décadas, una columna vertebral de la economía nacional. Pero bastaron unas horas para que ese equilibrio se tambaleara. Desde Washington, Donald Trump calificó al presidente colombiano de “líder del narcotráfico” y anunció un paquete de nuevos aranceles del 10 % a las exportaciones colombianas, además de congelar la ayuda bilateral. La respuesta en Bogotá fue inmediata: Gustavo Petro declaró que el TLC está roto de facto y convocó a su embajador para consultas.


El impacto no se hizo esperar. El peso se depreció frente al dólar, los inversionistas ajustaron posiciones y los gremios exportadores advirtieron un posible golpe directo al empleo. En medio de la tensión política, el país despertó ante una realidad incómoda: su dependencia comercial de Estados Unidos es una vulnerabilidad estructural.


Las medidas de Trump apuntan al corazón de las exportaciones colombianas: café, flores, confecciones, carbón y energía. Cinco sectores que concentran más del 60 % del comercio con el norte y que ahora enfrentan una tormenta arancelaria. Para un país que ya navega entre la desaceleración y la inflación, el choque puede convertirse en una combinación peligrosa.


Más allá de los números, el episodio revela un dilema de soberanía y pragmatismo. Petro defiende la dignidad nacional frente a las ofensas de Trump, pero el costo puede ser alto: cada punto arancelario significa miles de empleos comprometidos y millones de dólares menos en exportaciones. En los pasillos empresariales y en los cafés de los analistas, la pregunta se repite: ¿hasta dónde aguanta la economía un pulso político de esta magnitud?


El contexto internacional tampoco ayuda. Mientras Estados Unidos eleva barreras comerciales, Europa modera su demanda y China desacelera, el margen de maniobra para Colombia se reduce. Los mercados financieros descuentan semanas de volatilidad y el Banco de la República analiza intervenir si el dólar sigue al alza.


En el frente interno, los gremios empresariales proponen medidas urgentes: negociar exclusiones sectoriales, crear incentivos fiscales temporales y acelerar la diversificación de exportaciones hacia Asia y la Unión Europea. La palabra clave es una: resiliencia.


Sin embargo, esta crisis también deja lecciones. El país debe construir una política comercial menos vulnerable a los vaivenes ideológicos. La diplomacia económica —tan relegada en los últimos años— necesita volver al centro del tablero. Colombia requiere nuevos aliados, más valor agregado y una estrategia de Estado que trascienda los ciclos de poder.


El choque Petro–Trump puede ser una tormenta pasajera o el inicio de una reconfiguración profunda de la relación bilateral. Todo dependerá del tono que adopten ambos gobiernos en los próximos días: el del diálogo o el de la confrontación.


Por ahora, el país observa cómo una disputa política se convierte en un terremoto económico. Y entre aranceles, discursos y banderas, la verdadera pregunta es si Colombia logrará transformar esta crisis en una oportunidad para redefinir su papel en el mundo.


Columna de. Jhonatan Rojas Ahumada - Director Revista Impacta

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