Bolivia eligió un nuevo rumbo político. En una jornada que marcará un antes y un después en su historia reciente, el centrista Rodrigo Paz Pereira se impuso en la segunda vuelta presidencial con el 54.5% de los votos, frente al 45.4% obtenido por el conservador Jorge “Tuto” Quiroga. La victoria de Paz, confirmada por el Tribunal Supremo Electoral en las primeras horas del 20 de octubre, pone fin a casi dos décadas de dominio político del Movimiento al Socialismo (MAS) y abre una etapa de profundas expectativas.
Nacido en el exilio en España, Rodrigo Paz es hijo del expresidente Jaime Paz Zamora y heredero de una tradición política que mezcla experiencia histórica con un discurso renovador. A sus 55 años, ha sabido proyectarse como un líder moderado, pragmático y conciliador, alejado tanto del populismo del MAS como del conservadurismo duro de sus contendores. Su campaña se basó en un mensaje claro: “Reconstruir Bolivia desde el centro”, apelando a la reconciliación nacional y a una gestión responsable frente a la crisis económica y social que atraviesa el país.
Paz llega al poder tras una campaña inesperada que comenzó con un apoyo limitado y fue creciendo a medida que los votantes buscaron una alternativa a la polarización. Su victoria representa, según analistas locales, “el regreso de la política del diálogo” a un país cansado de la confrontación ideológica. En su discurso de la noche electoral, el nuevo presidente electo afirmó: “Hoy Bolivia ha hablado. No votamos por el pasado ni por el miedo, sino por el futuro y la esperanza.”
El contexto de su triunfo no es menor. Bolivia enfrenta una compleja situación económica: inflación alta, reservas internacionales disminuidas, escasez de combustible y una fuerte presión social por la devaluación del boliviano. En su programa de gobierno, Paz propuso una agenda de reformas promercado, pero con rostro social: fortalecer la producción interna, incentivar la inversión extranjera y garantizar estabilidad sin sacrificar los programas sociales que marcaron los años del MAS.
Formado como economista y con experiencia legislativa, Rodrigo Paz Pereira ha sido senador y alcalde de Tarija. Durante su paso por el Congreso, se destacó por promover leyes de transparencia y políticas de descentralización. Su liderazgo es percibido como el de un político que combina la tecnocracia con el sentido de lo humano. “No se puede gobernar con odio, ni con revancha. Hay que gobernar con inteligencia y con amor a la patria”, repitió en campaña.
Su victoria también redefine el mapa geopolítico de Sudamérica. Paz se perfila como un líder de centro que podría acercar nuevamente a Bolivia a las instituciones regionales, a la cooperación internacional y a una relación más fluida con Estados Unidos y la Unión Europea. Su enfoque pragmático contrasta con el modelo de confrontación que caracterizó los últimos años de gestión del MAS.
Las calles de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz reflejaron un ambiente de celebración prudente. Miles de ciudadanos salieron con banderas bolivianas, mientras en Tarija —su bastión político— la gente coreaba su nombre al grito de “¡Se puede cambiar sin pelear!”. La jornada electoral transcurrió en paz, sin incidentes graves, y con una participación cercana al 84%, una de las más altas de la región.
Sin embargo, los desafíos del nuevo mandatario comienzan desde ya. Tendrá que formar alianzas en un Congreso fragmentado, enfrentar el desgaste económico, contener las tensiones sociales y mantener la confianza de una ciudadanía expectante. Su discurso de unidad será puesto a prueba en un país donde los contrastes regionales y políticos siguen marcando profundas divisiones.
Pese a todo, Rodrigo Paz Pereira encarna la esperanza de una nueva era política en Bolivia. Un tiempo donde la moderación se presenta no como debilidad, sino como virtud. Donde el diálogo y la ética podrían volver a ocupar el lugar que durante años se cedió a la confrontación. En un continente sacudido por los extremos, la elección boliviana parece enviar un mensaje claro: el cambio puede venir del centro.