El sonido del gas liberándose al destapar una botella marcó el inicio de una historia que cambiaría la escena cervecera colombiana. Era 2014, y en un rincón de Medellín, Juan Diego Beuth y un grupo de soñadores decidieron que la cerveza artesanal no debía ser un lujo escondido, sino una cultura abierta, viva y local. Así nació La Toma Cervecera, un movimiento que no solo quería servir cerveza, sino construir comunidad y orgullo desde la espuma.
El día en que nace La Toma y el sueño del Oktoberfest Artesanal.
El primer capítulo ocurrió en el corazón de El Poblado, en el antiguo Bar Frankfurt, un sitio con energía, cálido y con alma. Allí, durante la Feria de las Flores, Beuth organizó su primer evento con apenas diez cervecerías locales. No había grandes marcas, ni tarimas costosas, ni patrocinios millonarios, incluso muchas dudas y miedos frente al éxito de esta experiencia. Solo había cerveza artesanal, música, amistad y una convicción: Colombia necesitaba tomar la cerveza de otra manera, con más historia y menos etiquetas.
El eco de esa primera toma se expandió como una buena fermentación. De la curiosidad inicial nació un movimiento. Para 2018, La Toma Cervecera organizó su propio Oktoberfest en Medellín, un festival que unió tradición y sabor local en una mezcla de cultura y diversión. Lo que empezó como un experimento se convirtió en un punto de encuentro para miles de personas que entendieron que la cerveza también podía ser identidad, oficio y arte.
El día en que conquistaron el corazón bogotano con Oktoberfest Artesanal.
El siguiente reto fue mayúsculo: llevar la fiesta a Bogotá. El equipo temía la recepción capitalina: un evento paisa en la ciudad más grande del país, la mismísima capital. Y por si fuera poco, los permisos burocráticos retrasaron todo; la jornada debía empezar al mediodía en el Museo del Chicó, pero solo pudieron abrir a las tres de la tarde. Aun así, cuando las puertas se abrieron, el público respondió. El olor a malta, la música y las risas inundaron el lugar. Contra todo pronóstico, el Oktoberfest bogotano fue un éxito rotundo.
Desde entonces, cuatro ediciones del Oktoberfest y un nuevo evento llamado Bandas, Pola y Parrilla han consolidado a La Toma Cervecera como uno de los referentes del movimiento artesanal en Colombia. En estos espacios se mezclan la buena cerveza, la música en vivo y el sabor de la parrilla colombiana, en una experiencia que no solo celebra el producto, sino la historia y el espíritu que lo hacen posible.
La cerveza artesanal toma fuerza en la dinámica de la economía gastronómica colombiana
Las cifras acompañan el fenómeno. Según Portafolio y RCN Radio, la industria cervecera nacional supera los 30 millones de hectolitros al año, con un consumo promedio de 60 litros por persona. Dentro de ese océano de espuma, la cerveza artesanal sigue siendo minoritaria —apenas el 0.96% del mercado—, pero crece a paso firme: más de 36.000 hectolitros producidos en 2023 y un aumento anual de casi 40 %. La tendencia es clara: los colombianos quieren experiencias más auténticas y locales.
Beuth lo resume con la serenidad de quien sabe lo que ha construido: “Cada vaso cuenta una historia. Nosotros contamos la de quienes decidimos crear, no copiar.” Y esa filosofía se respira en cada evento: cerveceros independientes que se apoyan, consumidores que aprenden, artistas que tocan y comunidades que se reconocen alrededor de una pinta.
El desafío de La Toma Cervecera en el entorno nacional.
Mirando al futuro, el desafío no es solo crecer, sino hacerlo con sentido. Beuth y su equipo sueñan con una red nacional de cerveceros que apueste por la sostenibilidad, los insumos locales y la educación del consumidor. Su meta es que Colombia se convierta en potencia artesanal latinoamericana, con cervezas que hablen el idioma de cada región: del Caribe al Eje Cafetero, del altiplano al Valle.
Hoy, más de una década después, La Toma Cervecera no es solo un festival: es un símbolo. Un testimonio de que en Colombia hay quienes prefieren crear su propio camino, brindar por lo auténtico y celebrar lo local. Porque detrás de cada sorbo artesanal hay una historia que fermenta despacio, pero con fuerza. Y esta, sin duda, es una de las más inspiradoras que ha dejado el país en su copa.