El Festival Internacional de la Cultura Campesina (FICC) continúa consolidándose como uno de los encuentros culturales más significativos del país. Este 26 de octubre, Boyacá vivió una jornada que reafirmó el espíritu del festival: el arte como raíz, como memoria y como motor de identidad. Con el lema “Somos arte, somos vida, somos FICC”, los escenarios del departamento se llenaron de color, música, danza, teatro, narración y patrimonio, en un recorrido que hizo visible la riqueza cultural de los territorios campesinos.
En el área de artes plásticas, seis exposiciones se abrieron simultáneamente en distintos municipios y estarán disponibles hasta el 4 de noviembre. Tunja, Duitama, Paipa, Villa de Leyva y Sogamoso son hoy vitrinas del talento local y regional. Entre ellas destacan Bajo el abrigo del sol, una colectiva en la Escuela Casa Taller; Guardianas de la Cumbre: memoria viva del páramo en la Casa Cultural Gustavo Rojas Pinilla; y el XVII Salón Departamental de Artes Plásticas y Visualesen la Casa Eduardo Santos. En Sogamoso, la intervención mural en el barrio Santa Bárbara reunió a 15 artistas de Colombia, España, México y Venezuela, bajo la dirección de Sebastián Mendoza, en una apuesta que fusionó arte y comunidad.
El circo también tuvo su momento de protagonismo. En el Pozo Donato de Tunja, familias enteras participaron de la jornada de SlackLine, descubriendo la expresión artística del equilibrio y la diversión. En el Cinema Boyacá, las obras Mujer Salvaje, de Milena Sandoval, y Circo Territorio conmovieron al público con mensajes de empoderamiento y reflexión sobre la vida y la muerte. Como dijo la joven artista Stefan Lines, “los jóvenes tenemos una voz para hacernos escuchar; si no tenemos voz, aprendamos el lenguaje de señas, pero siempre debemos mostrar nuestro talento y nuestro valor”.
La danza, pilar histórico del festival, llenó de ritmo las plazas y teatros de Boyacá. Desde las presentaciones del Ballet Folclórico de la Universidad Tecnológica de Panamá hasta los coloridos zapateos del Ballet Mainumby de Argentina, el FICC demostró que el folclor es lenguaje universal. En Tunja, la Fundación Cultural Ardanza de Nariño emocionó con su interpretación del sur colombiano, mientras que en Paipa la Compañía Internacional de Danza fusionó afro, salsa y bachata. México, representado por el Ballet Folclórico Fresnillo, cerró la jornada en Guayatá con un espectáculo vibrante de trajes, mariachis y emoción.
La música también fue protagonista. En Sogamoso, Adriano Barco y Don Novenio acompañaron con su sonoridad el cierre de las actividades de muralismo, mientras que en Tunja, la Plaza de Bolívar se transformó en una gran tarima campesina con el Concierto de Calle de Del Son Son y Explosión Parrandera. El broche de oro lo puso la maestra Berta Rojas, guitarrista paraguaya ganadora del Latin Grammy, quien ofreció un recital en el Teatro Boyaquirá: “Mi aporte es traer esa voz que nos conecta con nuestras raíces”, afirmó emocionada ante el aplauso del público.
La narración oral tejió historias del campo y la ciudad. En el Callecuento de Tunja, cuenteros como Richard Mora, Liz Quiroga y Leidy Cortés sorprendieron a los transeúntes con relatos vivos sobre la cotidianidad campesina. Por la noche, el Auditorio Eduardo Caballero Calderón vibró con una Función de Gala a cargo de Leidy Cortés y Edgar Bambu, quienes recordaron que la palabra sigue siendo puente entre generaciones. La programación continuará con invitados como Pablo Delgado de Popayán y la narradora brasileña Maira Do Mundo, en jornadas dirigidas a colegios y público general.
El recorrido por el patrimonio boyacense fue otro de los grandes hitos del festival. Bajo la guía de Pedro Pablo Rojas, decenas de visitantes conocieron los templos doctrineros, molinos, estaciones ferroviarias y casas históricas que conforman la memoria viva del territorio. “He comprendido que la raíz de ser boyacense va más allá de lo visible: está ligada al corazón mismo del campo”, expresó la experta Ilona Murcia durante la ruta.
Finalmente, el teatro cerró la jornada con risas y emoción. La Plaza de Bolívar de Tunja se llenó de familias con la obra Pinocho de Tropa Teatro, mientras que en el Teatro Mayor Bicentenario la pieza Desmontando a Shakespeare exploró el humor como herramienta de reflexión. En Duitama, Guadalupe, años sin cuenta, de Tramaluna Teatro, rindió homenaje a la resistencia campesina. “Me reí muchísimo, pero también me hizo pensar”, comentó James Galeano, asistente a la función.
El Festival Internacional de la Cultura Campesina 2025 cerró así una semana intensa de arte, diversidad y orgullo territorial. Cada función, exposición y relato reafirmó que el alma boyacense sigue viva en sus tradiciones, pero también en su capacidad de transformarse sin perder la raíz. El FICC no solo muestra arte: lo siembra, lo celebra y lo convierte en vida.
