“Te prometo que la veremos”: una saga familiar que ilumina 160 años de memoria y destino

 


Te prometo que la veremos, la nueva novela de María Lourdes Reyes Alvarado, es una travesía literaria que entrelaza la historia íntima de tres mujeres —Petrona Esther, Elena y Tite— con más de siglo y medio de cambios sociales, políticos y territoriales en Honduras y Centroamérica. La obra recupera el pulso vital de una familia marcada por la lealtad, las fracturas, la valentía y los silencios que definen el mapa afectivo de generaciones enteras. Con sensibilidad, vigor narrativo y un profundo sentido de lo humano, Reyes Alvarado construye un fresco literario que abraza pasado, presente y destino.


Desde sus primeras páginas, la novela convoca un universo de emociones y tensiones donde el amor, la inocencia, la deslealtad, el erotismo y la esperanza se convierten en fuerzas que modelan el rumbo de las protagonistas. Estos relatos íntimos se cruzan con episodios decisivos de la historia hondureña, como la Segunda Guerra Civil de 1924, permitiendo que la vida cotidiana revele los latidos invisibles de los acontecimientos nacionales. Así, la experiencia familiar se convierte en un espejo de la región, en un territorio donde lo público y lo privado son indisociables.


Reyes Alvarado sigue los pasos de la familia Fortín no solo a través del tiempo, sino también a través de las múltiples dimensiones de la existencia: lo espiritual, lo político, lo social y lo emocional. Las voces femeninas que construyen el relato se mueven entre la lucidez y la locura, la ternura y el dolor, dejando ver que cada vida está atravesada por fuerzas que trascienden lo evidente. En esa complejidad, la novela plantea que no existen fronteras reales entre la historia de un país y la historia de quienes lo habitan.


Uno de los mayores logros de la autora es su capacidad para crear una estructura narrativa que funciona como un mosaico vivo. Cada capítulo se erige como una pieza fundamental del rompecabezas familiar, revelando que las vidas de Petrona Esther, Elena y Tite no solo están marcadas por sus decisiones individuales, sino también por los acontecimientos que transformaron la región. La obra invita a comprender que la memoria es una construcción colectiva, siempre inacabada, que se articula entre silencios, gestos y herencias.


La novela propone un viaje emocionante a través de distintas generaciones, mostrando cómo los sueños por la igualdad y la justicia, las luchas internas y los anhelos compartidos, continúan dando forma a las familias aunque varias décadas las separen. En ese sentido, Te prometo que la veremos es también un homenaje a las mujeres que sostienen la historia desde lugares silenciosos, frecuentemente invisibles, pero esenciales para la comprensión de una nación y sus dinámicas sociales y afectivas.


La prosa de Reyes Alvarado se caracteriza por un tono íntimo y envolvente que permite que el lector se sumerja profundamente en la experiencia emocional de los personajes. Sus descripciones precisas y sus imágenes poderosas convierten la lectura en una experiencia sensorial, donde cada sentimiento se vuelve tangible. La autora consigue que la historia avance con un ritmo sostenido que no sacrifica sutileza ni profundidad, logrando un equilibrio notable entre la narración histórica y el retrato emocional.


A través de la vida de la familia Fortín, la autora plantea preguntas sobre la identidad, la pertenencia y el legado que recibimos incluso sin saberlo. La novela muestra cómo las decisiones, los amores, las pérdidas y los conflictos de generaciones pasadas siguen influyendo en quienes hoy construyen su propio camino. Es un recordatorio de que la historia jamás está quieta: continúa latiendo en cada familia, en cada gesto, en cada día que vivimos sin darnos cuenta de que hacemos parte de una cadena mucho más amplia.


Sobre la autora: María Lourdes Reyes Alvarado. Nació en Tegucigalpa en 1959 y vivió sus primeros 17 años en Honduras antes de trasladarse a Canadá, donde estudió en John Abbott College y posteriormente en la Universidad McGill, graduándose en Ciencias Agrícolas. En 1986 se radicó en Colombia junto a su esposo, con quien tuvo tres hijos. Tras más de 30 años en la industria de las flores, decidió dedicarse a la escritura. Su obra refleja un profundo arraigo a sus raíces hondureñas y colombianas, y una mirada aguda sobre la memoria familiar como forma de comprender el mundo.

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