Ricardo Oyarzún: el arte del vino, la memoria del sabor y la elegancia del encuentro

Desde su llegada a Bogotá, el sommelier chileno Ricardo Oyarzún ha construido un nombre propio entre los amantes del vino, la gastronomía y los eventos de alto nivel. Su historia combina tres pasiones que se entrelazan con naturalidad: el vino como lenguaje, la cocina como expresión y la hospitalidad como arte. Su marca, Ricardo Oyarzún Producciones, se ha convertido en sinónimo de experiencias sensoriales integrales donde cada detalle importa.


Formado en el rigor y la sensibilidad de la escuela chilena, Oyarzún ha recorrido más de 17 países perfeccionando su oficio. Con más de tres décadas de trayectoria internacional, su propuesta combina la precisión del sommelier profesional con la creatividad de un chef personalizado y la visión estética de un productor de eventos. Su lema parece sencillo, pero lo resume todo: “El vino no solo se sirve, se interpreta”.


Su carrera en Bogotá ha estado marcada por el acercamiento entre la cultura del vino y el público local. Ha liderado catas sensoriales, maridajes temáticos y eventos corporativos donde el vino se convierte en una conversación entre sabores y emociones. En el restaurante Flambée Bistró, por ejemplo, fue protagonista de una cata que muchos asistentes recuerdan por su enfoque distinto: “más que enseñar, inspirar el gusto por descubrir”, decía entonces.


En la revista Villeta Turística, Oyarzún escribió un texto que sintetiza su filosofía: “Elegir un vino sin equivocarse es posible si se conoce el propio paladar. El vino no se impone, se comparte”. Esta mirada empática y cercana ha sido una de las claves de su éxito. No habla de etiquetas ni de tecnicismos: habla de personas, de experiencias y de los momentos que el vino puede hacer inolvidables.


Ricardo Oyarzún Producciones amplió su propuesta más allá de la enología. Desde su base en Bogotá, ofrece un servicio completo que abarca gastronomía personalizada, fotografía, video y activaciones de marca, con un enfoque estético donde la elegancia se encuentra con la emoción. Es un sello de producción integral que ha sabido combinar la calidad técnica con la calidez humana, y que hoy lo posiciona en el circuito de eventos sociales y empresariales más reconocidos.


A través de sus redes sociales, Oyarzún mantiene una comunidad activa de seguidores que ven en él un referente de cultura y buen gusto. Su presencia digital no busca la exhibición, sino la conexión. En sus publicaciones, se mezclan imágenes de copas servidas con precisión, mesas iluminadas con sutileza y mensajes que invitan a disfrutar la vida con pausa y atención: “Cada vino tiene una historia, y cada historia merece ser contada con un buen vino”.


El chileno ha logrado tender puentes entre dos culturas gastronómicas intensas: la chilena, marcada por la tradición vitivinícola; y la colombiana, abierta, diversa y en expansión. Su trabajo ha contribuido a que el vino gane presencia en un país donde la cerveza y el café suelen dominar el consumo. Desde Bogotá, Oyarzún ha demostrado que la sofisticación también puede ser cercana y que el gusto por el vino es una forma de identidad compartida.


Hoy, Ricardo Oyarzún es más que un sommelier: es un embajador del placer responsable, del detalle consciente y de la elegancia cotidiana. Su nombre se asocia con el refinamiento, pero también con la calidez humana de quien entiende que el vino, como la vida, se disfruta mejor cuando se comparte. En su caso, cada copa servida no solo contiene un aroma o un sabor, sino una historia de dedicación, viaje y pasión por el arte de vivir bien.

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