
Treinta años después de la Cumbre de Desarrollo Social de Copenhague (1995), el mundo sigue enfrentando desafíos que ponen a prueba la justicia social, la equidad y la sostenibilidad global. El informe Desarrollo Social y Perspectivas Globales 2025, elaborado por Rut Abad Mijarra, antropóloga y profesora de OBS Business School institución de Planeta Formación y Universidades, revisa las transformaciones sociales de las últimas décadas y expone las tensiones que condicionan el contexto actual.
Aunque se han ampliado el acceso a la educación, la salud y los servicios básicos, la realidad global revela contrastes profundos, más de 272 millones de niños y jóvenes continúan fuera del sistema educativo, 78 millones estaban en edad de primaria; 64 millones en edad secundaria inferior y 130 millones en edad secundaria superior.
Un reporte publicado por UNICEF señala que en Colombia 2,6 millones de niños, aproximadamente, se encuentran en situación de desescolarización, siendola pandemia del COVID-19 una de las principales causantes de la reversión de años de progreso en cuanto a esperanza de vida y salud pública, poniendo en evidencia la fragilidad de los sistemas de protección social. Según la autora, “la pandemia no solo fue una crisis sanitaria, sino un recordatorio de que el bienestar sigue siendo un privilegio en gran parte del mundo”.
La globalización intensificó la interdependencia económica, pero también consolidó nuevas relaciones de dependencia entre el Norte Global y el Sur Global, especialmente a través de organismos financieros internacionales como el FMI o el Banco Mundial. La crisis de 2008 mostró que millones de personas estaban atrapadas entre la lógica del mercado y el acceso a derechos esenciales. “Se ha confundido desarrollo con crecimiento. Y cuando el crecimiento se convierte en el único objetivo, la vida humana se vuelve secundaria”, advierte Abad.
El panorama se complejiza aún más en un escenario donde al menos 56 conflictos armados permanecen activos, lo que compromete directamente la posibilidad de construir paz y desarrollo sostenible. Para Abad, “la paz no es un resultado del desarrollo, es la condición mínima para que éste exista”. La revolución tecnológica también redefine el tejido social. La expansión de la digitalización y la Inteligencia Artificial ha transformado la manera de vincularnos, de trabajar y de producir conocimiento. Si bien la IA ofrece oportunidades en innovación y sostenibilidad, el informe alerta que también puede profundizar las brechas entre quienes acceden a herramientas tecnológicas y quienes quedan excluidos, abriendo nuevos dilemas éticos sobre equidad, autonomía y derechos humanos. “La pregunta no es solo qué puede hacer la tecnología, sino al servicio de quién y con qué fines la ponemos”.
Uno de los señalamientos centrales del documento es el reduccionismo de equiparar desarrollo con crecimiento económico. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) atraviesa su desaceleración más prolongada en 35 años, lo que demuestra que el aumento del PIB no garantiza bienestar colectivo. En la región de América Latina y el Caribe, por ejemplo, se proyecta que en 2025 la pobreza monetaria alcanzará al 25,2% de la población, según estimaciones del Banco Mundial, pese a la recuperación económica. Y en el caso de Colombia, un informe de Bancolombia proyecta un crecimiento del PIB cercano al 2,6% en 2025, pero advierte que sin mejoras en las condiciones laborales y sociales, dicho crecimiento podría no traducirse en bienestar real.
Para que el desarrollo sea auténtico, explica Abad, debe integrar dimensiones como la equidad de género, la reducción de la pobreza multidimensional, la protección social y el fortalecimiento del bienestar comunitario. “El desarrollo no se mide solo en cifras, se mide en vidas que pueden ser vividas dignamente”, afirma.
La autora señala que el desafío central para los próximos años es asumir que el desarrollo sostenible se construye desde la interdependencia y la cooperación internacional, reconociendo que los derechos humanos deben ser el eje y no una aspiración secundaria. La próxima Cumbre de Qatar no solo revisará compromisos previos, sino que deberá enfrentar una pregunta esencial para el futuro común: ¿qué mundo estamos creando y para quién? “Hablar de desarrollo es hablar de humanidad. No se trata únicamente de mejorar indicadores, sino de decidir qué vidas consideramos valiosas. Esa es la verdadera cuestión que está sobre la mesa”, advierte Abad.
Para la autora, avanzar hacia un modelo sostenible implica reconocer que el bienestar común requiere interdependencia, cooperación real y una visión global que sitúe la vida en el centro. Las personas tendrán la responsabilidad de actualizar ese pacto colectivo y responder a un presente marcado por crisis simultáneas, urgencias humanitarias y transformaciones estructurales que afectan a todos los niveles de la vida social.
En ese horizonte, el informe plantea una serie de claves necesarias para orientar la acción internacional y estatal en los próximos años:
- El desarrollo no puede reducirse al crecimiento económico, sino integrar justicia social, bienestar colectivo y sostenibilidad ambiental.
- La paz es una condición para el desarrollo, no una consecuencia, con 56 conflictos activos, asegurar la negociación y la diplomacia es indispensable.
- La tecnología debe estar al servicio de las personas, garantizando que la digitalización y la IA no amplíen desigualdades existentes.
- El trabajo decente y la protección social son pilares para sostener cohesión y estabilidad social.
- La cooperación internacional y el multilateralismosiguen siendo la vía más eficaz para enfrentar desafíos globales que ningún Estado puede resolver de forma aislada.
- Reconocer y proteger la diversidad cultural y territorial es esencial para evitar la reproducción de desigualdades históricas y formas de exclusión.
“No se trata solo de avanzar, sino de decidir cómo y hacia dónde avanzamos, y quiénes van a formar parte de ese camino. El desarrollo del futuro será común o no será”, concluye Rut Abad.