El Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo fue el escenario de una final vibrante que puso a Bogotá en el mapa mundial de la música clásica. Después de nueve días de presentaciones, el reunió a los tres finalistas: Lucilla Mariotti (Italia), Ruifeng Lin (China) y Maria Lundina (Rusia). La noche coronó al joven Ruifeng Lin, quien conquistó al jurado con su técnica impecable y sensibilidad musical.
Lin obtuvo el primer lugar y 30.000 dólares en premios, además de una presentación con la Orquesta Filarmónica de Bogotá en la temporada 2026. El segundo puesto fue para Maria Lundina, con 20.000 dólares y un concierto con la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia; mientras que el tercer lugar recayó en Lucilla Mariotti, quien recibió 10.000 dólares y será solista en el Teatro Mayor. Los tres finalistas interpretaron obras de Jean Sibelius y Ludwig van Beethoven, acompañados por la Filarmónica bajo la dirección de Rubián Zuluaga.
El jurado, presidido por la maestra canadiense Lucie Robert e integrado por figuras de la talla de Birgit Kolar, Leticia Moreno, Lee-Chin Siow y Alexis Cárdenas, resaltó el nivel excepcional de los competidores, provenientes de las más prestigiosas escuelas del mundo: Juilliard, Tchaikovsky, Royal College of Music, Manhattan y Yale, entre otras. En paralelo, se entregó el Premio Especial al Mejor Intérprete de la Obra Colombiana a Iván Orlín Ariza, por su versión de Serenata pagana, compuesta por Carolina Noguera e inspirada en los violines caucanos.
El concurso, organizado por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, la Orquesta Filarmónica de Bogotá y el Teatro Mayor, contó con el apoyo de la Asociación Nacional de las Artes y la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Para Ramiro Osorio, director del Teatro Mayor, “este evento confirma el enorme potencial cultural de Bogotá y la capacidad de reunir al talento mundial con el talento local en torno a la excelencia musical”.
La convocatoria superó todas las expectativas: 122 violinistas de 30 países enviaron sus audiciones y 20 finalistas de 10 naciones viajaron a Bogotá. Durante las eliminatorias, la ciudad se llenó de notas, escuelas y estilos distintos. Como señaló Santiago Trujillo, secretario de Cultura, “el violín se convirtió en un símbolo de unión, de culturas y generaciones que dialogan a través de la música”.
Uno de los aspectos más destacados fue el componente social y formativo. Los participantes internacionales ofrecieron clases magistrales gratuitas a 51 jóvenes violinistas colombianos seleccionados entre 181 aspirantes de 27 ciudades. En esas jornadas se compartieron técnicas, repertorios y experiencias, reafirmando que la competencia era también un aula abierta donde el aprendizaje fluyó en ambas direcciones.
Como parte del legado del concurso, la Fundación Ramírez Moreno donó 22 violines construidos por lutieres de Colombia, Venezuela e Italia, valorados en 560 millones de pesos, a los estudiantes más sobresalientes de las clases magistrales. “La educación también se construye en los escenarios, donde el arte enseña a convivir y transformar”, dijo Mónica Moreno, directora de la Fundación.
El Concurso Internacional de Violín Ciudad de Bogotá se consolida así como una de las vitrinas musicales más importantes de América Latina. No solo por el nivel de sus premios o jurados, sino por su impacto social y educativo. Como concluyó David García, director de la Filarmónica, “Bogotá se ha convertido en un epicentro cultural que vibra con la música del mundo, donde cada nota tocada reafirma que el arte también construye ciudad y esperanza”.
