Colombia se prepara para recibir la IV Cumbre CELAC–UE en un momento decisivo para el multilateralismo global

 


Colombia asumirá, a partir del 9 de noviembre, un rol central en la diplomacia intercontinental al acoger en Santa Marta la IV Cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) y la Unión Europea (UE). La cita reunirá a 12 jefes de Estado, 6 vicepresidentes y 23 cancilleres, en uno de los encuentros políticos más relevantes de la región en la última década, tanto por su simbolismo como por el estado actual de las relaciones birregionales. La cumbre busca reactivar un diálogo geopolítico que había perdido ritmo frente a la irrupción de nuevos bloques de poder global.

El propósito declarado del encuentro no es únicamente protocolario. América Latina y el Caribe intentan reposicionarse como actores estratégicos en un escenario dominado por la disputa tecnológica, la transición energética y la fragmentación ideológica. Al mismo tiempo, la Unión Europea, enfrentada a desafíos internos —desde la guerra en Ucrania hasta la crisis migratoria y energética— busca nuevos aliados en un sur global cada vez más articulado. La cumbre será también un termómetro: quién habla, quién escucha y quién realmente negocia.

Las conversaciones estarán orientadas a lo que los organizadores llaman la “triple transición”: energética, digital y ambiental. La meta es transformar las declaraciones políticas en proyectos concretos, con una hoja de ruta bianual. El reto es evidente: pasar del discurso diplomático a inversiones verificables, desde hidrógeno verde y cooperación tecnológica hasta mecanismos de autosuficiencia sanitaria y digitalización pública.

La lista de invitados confirma la relevancia del encuentro. Entre ellos figuran António Costa, presidente del Consejo Europeo; Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil; Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español; Mia Mottley, primera ministra de Barbados; y Petteri Orpo, primer ministro de Finlandia. La presencia de mandatarios de Brasil, Uruguay, Países Bajos, Portugal, Guyana y Croacia evidencia el carácter transversal de la agenda y la intención de equilibrar voces del norte y del sur.

A los jefes de Estado se sumarán vicepresidentes de Bélgica, Haití, Cuba, Eslovenia, Luxemburgo y la Comisión Europea, además de 23 cancilleres y representantes de 21 organismos multilaterales. La densidad diplomática de la agenda revela un dato clave: CELAC, históricamente vista como un mecanismo débil, intenta reinventarse como plataforma de negociación regional conjunta frente a actores globales con mayor capacidad de presión económica.

El programa de apertura tendrá un componente simbólico: un acto sagrado liderado por autoridades indígenas de la Sierra Nevada, una señal de la narrativa que Colombia intenta proyectar —diplomacia ambiental, pluralidad cultural, legitimidad territorial— en medio de un sistema internacional donde la política climática se volvió un escenario de disputa. La foto oficial, en ese contexto, será más que un protocolo: será el retrato de quiénes buscan reescribir el tablero diplomático.

Junto a las reuniones multilaterales, se desarrollarán encuentros paralelos de empresarios, sociedad civil y delegaciones técnicas. Allí se negociarán temas que no siempre figuran en los discursos, como fondos de transición productiva, acceso a tecnología, regulación de datos, movilidad académica, logística portuaria y cadenas de suministro. El verdadero éxito de la cumbre no se medirá en aplausos, sino en tratados firmados, proyectos financiados y compromisos verificables.

Para Colombia, la cumbre representa una oportunidad política y narrativa: pasar de ser invitado a ser anfitrión; de receptor de agendas externas a país que impulsa acuerdos regionales. Si lo logra, Santa Marta podría convertirse no sólo en escenario de discursos, sino en punto de inflexión para una región que busca dejar de ser territorio de disputa y empezar a ser actor articulado en la redefinición del orden global.

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