Hablar más de un idioma cambia tu cerebro: así lo demuestra la neurociencia

 


En un país como Colombia, donde el dominio del inglés sigue siendo un reto —ocupando el puesto 77 entre 113 países en el Índice de Dominio del inglés2024 —, la neurociencia aporta nuevas razones para apostar por el bilingüismo desde la infancia. Hablar más de una lengua no solo abre puertas laborales, también transforma el cerebro, mejorando la atención, la memoria y hasta retrasando el envejecimiento cognitivo.

 

De acuerdo con Alejandro Martínez, investigador en UDIT (Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología de Madrid), “el bilingüismo se asocia con una mayor flexibilidad cognitiva, porque ejercita la memoria de trabajo y la atención al alternar entre dos lenguas. Los bilingües suelen manejar mejores situaciones que requieren realizar varias tareas a la vez, como conducir mientras se conversa o planificar una ruta, gracias a que su experiencia lingüística entrena al cerebro para dividir mejor la atención”.

 

Un estudio reciente de la reconocida investigadora Ellen Bialystok (2024) refuerza este hallazgo: los bilingües procesan la atención de manera más eficiente, lo que les permite responder mejor a tareas simultáneas.

 

Factores que marcan la diferencia


 

Martínez explica que la edad en la que se adquiere el segundo idioma y el contexto cultural en el que se aprende, son claves. “No es lo mismo aprender una lengua antes de los tres años, que hacerlo de adulto en un aula. Tampoco es igual vivir en un entorno donde el bilingüismo es valorado, que en otro donde una lengua se percibe como de menor prestigio. Estas variables moldean la flexibilidad cognitiva y la manera en que el cerebro gestiona los idiomas”, señala.

 

Lecciones para Colombia


 

En un país que busca mejorar sus programas de bilingüismo, los hallazgos de la neurociencia pueden guiar el diseño de currículos más efectivos. Según Martínez, “la enseñanza temprana debe combinarse con exposición real y práctica del idioma: debates, proyectos y actividades inmersivas que permitan usar la segunda lengua de forma funcional”. Existen modelos como CLIL (Content and Language IntegratedLearning), que ya se aplican en Europa y América Latina, integrando contenidos académicos en otro idioma. También emergen estrategias de translanguaging, que permiten a los estudiantes alternar entre lenguas para resolver problemas, reflejando cómo el cerebro bilingüe realmente opera.


 

La investigación de Martínez conecta la neurociencia con nuevas tecnologías que ya se aplican en las aulas. Herramientas como el EEG portátil, el eye-tracking o las salas inmersivas permiten estudiar cómo aprenden los estudiantes en tiempo real y diseñar entornos que potencien la atención y la adquisición de segundas lenguas.

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