El aire de Bogotá sigue respirando el peso del polvo. El más reciente Inventario de Emisiones Contaminantes 2023, publicado por la Secretaría Distrital de Ambiente, reveló que el tránsito de vehículos sobre vías sin pavimentar y el transporte de carga son hoy las principales fuentes del material particulado fino (PM2.5), uno de los contaminantes más peligrosos para la salud humana. Según el informe, el 34 % de las emisiones proviene de las vías destapadas y otro 28 % de las fuentes móviles, especialmente camiones de carga.
El estudio, elaborado con rigor técnico y validación académica, confirma una realidad que los bogotanos sienten a diario: el polvo levantado por el tránsito vehicular en zonas no pavimentadas es el mayor enemigo invisible del aire capitalino. El documento precisa que el 85 % de las emisiones generadas por la resuspensión de polvo se produce precisamente en esas vías sin asfaltar. En barrios del suroccidente, donde las calles aún esperan intervención, el aire se convierte en una nube de partículas que viaja directamente a los pulmones de los ciudadanos.
La secretaria de Ambiente, Adriana Soto, explicó que el material particulado fino (PM2.5) es capaz de penetrar profundamente en el sistema respiratorio y cardiovascular, afectando especialmente a niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. “Las principales fuentes de este contaminante —las vías sin pavimentar, el transporte de carga y la maquinaria de construcción— representan el 64,2 % de las emisiones totales y se concentran en el suroccidente de la ciudad”, señaló la funcionaria.
Precisamente, las localidades de Ciudad Bolívar, Bosa, Kennedy y Fontibón, donde habita cerca del 33 % de la población bogotana, son las más afectadas por la concentración de emisiones. Allí se cruzan el tránsito pesado, las obras de infraestructura, los barrios de expansión urbana y el rezago histórico en pavimentación. La administración distrital priorizó estas zonas dentro del Plan de Intervención de la Zona Suroccidental (PIZSO), donde se concentran los esfuerzos de mitigación, reverdecimiento y mantenimiento vial.
El Distrito ha puesto en marcha varias estrategias estructurales para revertir esta tendencia. Una de ellas es Foncarga, el primer fondo financiero del país destinado a promover el reemplazo de camiones antiguos por vehículos de cero o bajas emisiones. Con 81 transportadores inscritos desde junio, el programa busca renovar al menos 576 vehículos de carga para 2035. También se consolidó la Zona Urbana por un Mejor Aire (ZUMA) Bosa–Apogeo, un plan piloto que articula pavimentación, plantación de árboles, huertas urbanas y redireccionamiento del tráfico pesado, beneficiando a más de 35.000 personas.
Las obras de infraestructura verde acompañan este proceso. Entre 2024 y 2025, el IDU y el Jardín Botánico han intervenido más de 3,4 millones de metros cuadrados de malla vial y espacio público, con 2.619 árboles nuevos y más de 30.000 metros cuadrados de jardines y zonas verdes. En el Parque Timiza se avanza en la creación de un bosque urbano, mientras que los techos verdes y jardines verticales complementan la estrategia de adaptación al cambio climático en el suroccidente de la ciudad.
Otro frente de acción se centra en la restauración ecológica de los Cerros Orientales, una medida esencial para reducir el riesgo de incendios forestales y mejorar la calidad del aire. Bajo el liderazgo del alcalde Carlos Fernando Galán, la meta es restaurar 21 millones de metros cuadrados al año 2027; de ellos, ya están en proceso 9,66 millones, equivalentes a 674 veces la Plaza de Bolívar. Esta restauración se combina con el control de emisiones en obras de construcción, donde se promueven prácticas más limpias y sostenibles.
El desafío sigue siendo monumental. A pesar de los avances en movilidad eléctrica y reverdecimiento urbano, el aire bogotano continúa siendo una mezcla de polvo, humo y cemento. Sin embargo, los esfuerzos de la actual administración apuntan a una transformación estructural: menos diésel, más pavimento y más verde. En palabras de la secretaria Soto, “cada árbol sembrado, cada vía pavimentada y cada camión renovado es un paso hacia una Bogotá que respira mejor”. En esa aspiración, la ciudad se juega algo más que su estética urbana: se juega la salud y el futuro de sus habitantes.
