Recibir un diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista (TEA) en un hijo suele ser un momento que despierta múltiples emociones en las familias: miedo, incertidumbre y preguntas sobre el futuro. Sin embargo, los especialistas insisten en que este proceso no debe verse como un límite, sino como una oportunidad para acompañar al niño de manera adecuada, potenciar sus habilidades y garantizar su inclusión social. La detección temprana, las terapias oportunas y el respaldo emocional son piezas fundamentales para lograrlo.
"El pediatra es el primer filtro en la identificación de señales de alerta, como la falta de contacto visual, la ausencia de respuesta al nombre o la dificultad para comunicarse. Cuando estos signos persisten, es fundamental remitir al niño a un neuropediatra para un diagnóstico más profundo", explica el doctor Darío Botero, pediatra de Colsanitas.
Aunque hace unos años se consideraba que el autismo solo podía diagnosticarse a los 3 años, hoy la evidencia señala que hacia los 24 meses es posible identificarlo. Reconocer los signos de manera temprana permite acceder a intervenciones que hacen la diferencia en la comunicación, la autonomía y la socialización de los niños. Entre las señales de alerta más comunes se encuentran:
- Evitar el contacto visual
- No responder al nombre
- No señalar objetos de interés
- Ausencia de intención comunicativa y dificultades para expresar deseos a través de palabras o gestos.
Según la doctora Olga Casasbuenas, neuropediatra adscrita a Colsanitas, cuanto antes se inicie el tratamiento, mayores serán los beneficios en el desarrollo del niño y en su capacidad de relacionarse con los demás.
El diagnóstico de autismo requiere una evaluación detallada y no se limita a un único examen. Incluye la revisión de la historia clínica completa del niño, pruebas estandarizadas internacionalmente como el ADI-R y el ADOS-2, y, en ciertos casos, estudios genéticos cuando se sospechan factores hereditarios. Los especialistas aclaran que exámenes como resonancias magnéticas o electroencefalogramas no son de rutina, salvo que existan indicios específicos de una alteración neurológica.
"Confirmado el diagnóstico, el abordaje terapéutico busca estimular el desarrollo del niño a través de terapias personalizadas. La terapia ocupacional, del lenguaje y la psicoterapia son las más utilizadas, con el apoyo de sistemas alternativos de comunicación como pictogramas, gestos o tableros visuales que facilitan la expresión de necesidades. En casos donde se presentan conductas no adaptativas severas, los especialistas pueden recomendar apoyo psicológico adicional o medicación, siempre bajo supervisión profesional" agregó Casasbuenas.
"Como sociedad debemos derribar los mitos que aún rodean al autismo. El TEA no es exclusivo de los varones, aunque se diagnostique con mayor frecuencia en ellos, no limita la capacidad de aprendizaje de los niños y no guarda ninguna relación con las vacunas. Superar estas creencias erróneas, afirma, es fundamental para avanzar hacia una comprensión más informada, respetuosa e inclusiva de la condición" agregó, Botero.
Más allá del diagnóstico y las terapias, el acompañamiento emocional resulta decisivo. Los especialistas de Colsanitas resaltan que el amor, la paciencia y la perseverancia de los padres y cuidadores permiten que los avances se mantengan y que el niño pueda desplegar todo su potencial. Además, recomiendan fomentar entornos escolares y comunitarios inclusivos que promuevan la integración, el respeto y la empatía.
"Un diagnóstico de autismo no significa un límite, sino una oportunidad para acompañar de manera integral a los niños y ayudarlos a desarrollar sus capacidades. Con el compromiso de la familia, la guía de los especialistas y el apoyo de la comunidad, es posible construir un futuro lleno de posibilidades", concluye la doctora Casasbuenas.
