De las artesanías a la ingeniería: la historia de Dayana Rojas, joven Kamëntsá que estudia gracias a la gratuidad en el Putumayo

 


Desde niña, Dayana creció entre los tejidos de lana y chaquira que narran la historia de su pueblo. Su madre, Ana Isabel Ágreda, le enseñó el arte del tejido, transmitiéndole los saberes ancestrales y el valor simbólico de cada color y forma. Hoy, ese mismo espíritu creador la impulsa a construir desde otro lugar: la ingeniería civil.


"La universidad era costosa, como inalcanzable. Pero gracias a este gobierno, por fin voy a poder terminar mi carrera y ejercer mis conocimientos sirviendo a mi comunidad", afirma Dayana, estudiante de la Institución Universitaria del Putumayo, entidad que dejó atrás su carácter tecnológico para convertirse en universitaria bajo el Gobierno del Cambio, ampliando las oportunidades de formación en la región.


Su madre se refiere con orgullo al camino que su hija eligió:


"Ella dice que quiso estudiar ingeniería civil porque nosotros también construimos: con chaquira, con lana, con madera. Todo lo que hacemos es construir."


La historia de Dayana simboliza el encuentro entre lo ancestral y lo técnico, entre los saberes tradicionales y el conocimiento académico. Su identidad indígena y su vocación profesional conviven en un mismo propósito: servir a su comunidad y transformar su territorio a través de la educación.


"Ser indígena es como la manera de decir: yo puedo, lo voy a lograr", asegura con convicción. "Estudiar es una forma de honrar a mi pueblo y devolverle lo aprendido."


Casos como el de Dayana reflejan el impacto de la política de gratuidad que garantiza que miles de jóvenes en todo el país puedan acceder a la educación superior sin barreras económicas. Una política que reafirma que la educación es un derecho, no un privilegio, y que el mayor acto de justicia social es permitir que cada joven transforme su vida y su comunidad a través del conocimiento.


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