Bogotá alza la voz global sobre el futuro de las ciudades con el Día Mundial de las Ciudades

 


La capital de Colombia se ha convertido en epicentro mundial del urbanismo sostenible, al acoger la edición 2025 del Día Mundial de las Ciudades, organizada por ONU‑Habitat bajo el lema “Ciudades inteligentes centradas en las personas”. 


La elección de Bogotá no es casual. La ciudad fue seleccionada por su avance en movilidad sostenible, digitalización de servicios y participación ciudadana, según los propios informes de la ONU. 


 Esta cumbre se celebrará formalmente el 31 de octubre en la Biblioteca Pública Virgilio Barco, en un evento que reunirá a alcaldes, expertos y representantes de gobiernos locales de todo el mundo. 


Durante dos jornadas –30 y 31 de octubre– Bogotá desplegará una agenda académica de alto nivel. La cita va más allá del protocolo: busca incidir en políticas urbanas reales. Paneles sobre vivienda digna, servicios públicos, gobernanza del agua, infraestructura resiliente y uso de datos marcan la pauta. 


Entre los desafíos que más importan está el hecho de que para 2050 se estima que cerca del 70 % de la población global vivirá en áreas urbanas. En ese contexto, la conversación sobre ciudades inteligentes y humanas adquiere sentido real. 


 Bogotá, como anfitriona, tiene la oportunidad de demostrar que puede combinar escala global y transformación local.


Para la ciudadanía bogotana, esta cumbre representa más que un título internacional. Es una oportunidad para que la ciudad acelere su agenda de inclusión, servicios eficientes, participación activa y espacio público de calidad. Las políticas que se discutan podrían traducirse en mejoras tangibles para barrios, movilidad y viviendas. 


Una de las grandes apuestas es la de las “ciudades inteligentes centradas en las personas”. No se trata solo de invertir en tecnología, sino de poner la vida humana al centro: datos, inteligencia artificial y conexiones al servicio de los ciudadanos, no al revés. 


La economía y el turismo urbano también miran con expectativa este evento. Bogotá tendrá ante sí una vitrina internacional para mostrar su capacidad de innovación, y al mismo tiempo para atraer inversiones en desarrollo urbano sostenible, infraestructura y talento. 


Sin embargo, el reto no es solo impresionar al mundo: es traducir las discusiones en acciones. Las alianzas que se forjen mañana deberán transformarse en proyectos concretos, en barrios mejor conectados, viviendas dignas asequibles, movilidad funcional y servicios que respondan. La expectativa está en que estas palabras se conviertan en obras.


El simbolismo de escoger Bogotá es fuerte. No solo por ser la primera ciudad colombiana en acoger este evento global (la segunda en América Latina tras Quito en 2016) sino porque demuestra que la región puede liderar en urbanismo y desarrollo sostenible. 


Cuando el telón de esta cumbre caiga mañana, Bogotá enfrentará la prueba de convertir promesa en impacto. Las miradas del mundo estarán puestas, pero lo más importante es la mirada de sus propios ciudadanos: ¿sentirán que la ciudad que se imaginó fue más allá del discurso y empezó a cambiar de verdad?

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