En el pequeño municipio extremeño de Navalvillar de Pela, en la provincia de Badajoz, nació en 1961 un hombre destinado a convertirse en una de las voces más singulares de la poesía y la gestión cultural española. Basilio Rodríguez Cañada creció entre libros y silencios rurales, cultivando desde joven una curiosidad insaciable por las letras y los viajes. Años después, esa misma inquietud lo llevaría a cruzar océanos, a construir editoriales y a publicar versos que se leen hoy en español, árabe, inglés o alemán.
Su formación académica transcurrió en la Universidad Complutense de Madrid, donde estudió Ciencias de la Educación. Pero más que un docente clásico, Basilio fue siempre un humanista en tránsito. Su paso por la docencia lo combinó con la vida en los colegios mayores, en especial el de Nuestra Señora de África, del cual fue subdirector durante catorce años. Allí germinó su fascinación por el continente africano, una relación que marcaría buena parte de su trayectoria intelectual.
En los años noventa, cuando España redefinía su identidad literaria tras el auge de la posmodernidad, Rodríguez Cañada decidió fundar una casa para los poetas y narradores que no encontraban espacio en las editoriales comerciales. Así nació, en 1997, el Grupo Editorial Sial Pigmalión, un proyecto que con el tiempo se convertiría en uno de los referentes iberoamericanos de la edición independiente. Su lema —“Puentes de palabra entre culturas”— no era un simple eslogan: era una declaración de fe.
Desde entonces, Sial Pigmalión ha publicado miles de títulos y ha servido como plataforma para escritores de España, América Latina y África. Basilio no sólo fue su presidente y alma creativa, sino también un puente cultural entre tres continentes. Su catálogo refleja esa diversidad: poetas africanos traducidos al español, narradores colombianos en ediciones europeas, antologías bilingües que cruzan el Atlántico con naturalidad.
Pero Basilio no es solo editor. Es, ante todo, poeta. Su voz lírica debutó con Las adolescentes, un poemario donde la memoria y el deseo se funden en un lenguaje transparente y emocional. Luego vendrían títulos como Acreedor de eternidades, La fuente de jade, La llama azul y Sobre la piel del amor, obras que han sido traducidas a varios idiomas y musicalizadas por artistas contemporáneos. Su poesía respira el tiempo, el viaje y la búsqueda del amor como fuerza redentora.
Quienes lo leen coinciden en que su obra se mueve entre la serenidad y la melancolía, entre la contemplación del paisaje y la profundidad interior. En Afluentes de la memoria, uno de sus libros más celebrados, el poeta se pregunta qué permanece cuando el tiempo pasa y los cuerpos cambian. Su respuesta es simple y honda: permanecen las palabras, los gestos, los nombres que el amor rescata del olvido.
En paralelo a su labor creativa, Rodríguez Cañada se convirtió en gestor cultural y promotor incansable de la palabra. Presidió la Sección Española de la Asociación de Africanistas entre 2012 y 2015 y, desde 2015, dirige el PEN Club Español, la organización que defiende la libertad de expresión y protege a escritores perseguidos en todo el mundo. Su voz se escucha no sólo en congresos y ferias, sino también en la defensa activa de la literatura como un territorio de libertad.
Su trayectoria ha sido reconocida con diversos galardones, entre ellos la Estrella de Oro del Instituto para la Excelencia Profesional y el Premio Europeo a la Calidad Empresarial, distinciones que reconocen no sólo su éxito editorial, sino su compromiso ético con la cultura. “No concibo la edición sin pasión, ni la poesía sin riesgo”, ha dicho en entrevistas recientes. Y en esa frase se condensa una filosofía de vida.
Hoy, con más de tres décadas dedicadas a las letras, Basilio Rodríguez Cañada sigue escribiendo, editando y soñando. Su obra se estudia en universidades, sus antologías circulan por América y sus gestos de editor han abierto caminos para nuevas generaciones de escritores. Su figura resume la del creador contemporáneo: alguien que no se conforma con escribir versos, sino que crea los espacios donde esos versos pueden existir.
Porque si algo define a Basilio, además de su voz poética, es su convicción de que la literatura no pertenece a un país, sino a la humanidad. En sus libros, en sus proyectos y en su palabra habita esa certeza. Y en ese viaje plural —como se titula uno de sus poemarios más representativos— se revela la esencia de un hombre que convirtió la poesía en puente, la edición en compromiso y la palabra en destino.