“América Latina es una potencia cultural, porque nuestra historia es la historia de la no resignación” Felipe Pigna habla sobre su nuevo libro: Conspiración en Londres.


En el universo de la divulgación histórica latinoamericana, pocos nombres tienen el peso, la cercanía y la credibilidad de Felipe Pigna. Sus libros —entre ellos Los mitos de la historia argentina, Mujeres tenían que ser y La voz del Gran Jefe— han acercado al gran público a los personajes y episodios que moldearon la identidad del continente. Sin embargo, esta vez el historiador argentino da un salto diferente: se sumerge en la ficción con su primera novela, Conspiración en Londres, una historia que, aunque parece inverosímil, está profundamente arraigada en los pliegues más reales del siglo XIX.


La obra parte de un hallazgo fascinante: en 1815, en plena restauración monárquica europea, Manuel Belgrano y Bernardo de Rivadavia viajaron a Europa con la misión secreta de sondear la posibilidad de independencia del Río de la Plata. Lo que encontraron fue un panorama inesperado: el único camino hacia la libertad, les dijeron, era convertirse en un reino. Así nació la idea —tan disparatada como reveladora— de buscar un rey para Sudamérica.


Pigna nos recibe con su tono reflexivo y pausado, con ese equilibrio entre el rigor del historiador y la sensibilidad del narrador. En esta conversación exclusiva con Impacta Cultura, reflexiona sobre su paso de la historia a la ficción, la locura política del siglo XIX y el poder creativo que define a América Latina.


Director Impacta. Felipe, trae un nuevo libro al mercado gracias a Planeta. ¿Qué lo llevó a transformar un hecho histórico en una novela?


Felipe Pigna. Es cierto, es mi primera novela y nació casi por accidente. Mientras investigaba sobre Manuel Belgrano, creador de nuestra bandera, me encontré con un episodio completamente fuera de lo común: una misión secreta en la que, tras una derrota, Belgrano fue enviado a Europa junto a su enemigo político, Bernardo de Rivadavia, sin saber siquiera cuál era el propósito del viaje. Aquello era tan absurdo y a la vez tan humano, que me resultó imposible narrarlo como un texto académico. Lo que había ahí era una historia llena de ironías, de tensiones políticas y personales, y de una épica silenciosa que merecía una estructura literaria. Decidí darle libertad a los personajes, recrear sus diálogos y atmósferas, y dejar que la imaginación completara los vacíos que la historia dejó.


D.I. En el libro menciona la increíble idea de buscar un “rey borbón para el Río de la Plata”. ¿Cómo fue ese descubrimiento y qué tan cierto fue?


F.P. Fue un hallazgo sorprendente. Ellos no partieron buscando un rey, sino que fueron enviados con una misión ambigua que debía servir a la causa independentista. Sin embargo, al llegar a Europa se encontraron con una nueva realidad: la caída de Napoleón había devuelto el poder a las monarquías, y en ese clima nadie quería escuchar sobre repúblicas. La orden fue clara: “Si quieren independencia, háganse un reino”. Y así, en una especie de delirio político, comenzaron a diseñar en los papeles un Reino del Río de la Plata, Chile y Perú, una extensión enorme e imposible. Fue entonces cuando aparece un personaje extravagante, Francisco de Paula, hermano de Fernando VII, un borbón menor, medio exiliado, que parecía hecho a medida para esta ficción real. Todo esto me fascinó porque combina lo ridículo, lo trágico y lo heroico: tres elementos que son, en esencia, el alma de nuestra historia.


D.I. ¿Cómo fue traducir esa investigación rigurosa en una trama que funciona como un thriller histórico?


F.P. Fue un proceso muy disfrutable, porque la historia ya tenía una tensión natural. Belgrano y Rivadavia eran enemigos ideológicos, estaban obligados a viajar juntos y a convivir con el peso del fracaso. Todo lo que sucede —las entrevistas con diplomáticos europeos, las intrigas, los planes de secuestro y los encuentros con espías— estaba documentado en fuentes dispersas, pero necesitaba un hilo humano. Quise escribir una novela que hiciera sentir el vértigo de esos años: el miedo, la esperanza, el absurdo. Hay un intento real de secuestrar al príncipe para traerlo a América, lo cual roza el delirio. Es en ese punto cuando Belgrano comprende que todo ha ido demasiado lejos. Esa mezcla de aventura, desesperación y lucidez me parecía cinematográfica.


D.I. Dice que este episodio parece adelantado a lo que después ocurriría en México con Maximiliano. ¿Encuentra paralelismos entre ambas historias?


F.P. Totalmente. América Latina ha vivido esa tensión entre la república soñada y el espejismo del reino. Cuando conté esta historia en México, muchos se sorprendieron al notar el parecido con su propio pasado: el intento de Iturbide por coronarse y la llegada de Maximiliano de Austria. Ambos casos nacen de la búsqueda de legitimidad frente a Europa, una necesidad de “ser reconocidos” que aún nos persigue. Conspiración en Londres muestra que ya en 1815 existía ese deseo de que la independencia tuviera la bendición de un monarca, lo que revela hasta qué punto nuestras elites estaban divididas entre el ideal revolucionario y la nostalgia colonial.


D.I. Para los lectores fuera de Argentina, ¿qué puede enseñar esta historia sobre las independencias latinoamericanas?


F.P. Creo que este episodio funciona como un espejo del continente. Las independencias fueron procesos turbulentos, llenos de alianzas fugaces, traiciones y cambios de poder. Las cartas tardaban meses, los gobiernos caían de un día para otro, y los líderes muchas veces no sabían para quién estaban trabajando. Esa inestabilidad política, esa sensación de estar construyendo sobre arena, es profundamente latinoamericana. Por eso, más allá de la anécdota, la novela habla de una identidad compartida: la de pueblos que aprendieron a sobrevivir al caos sin perder la esperanza.


D.I. También retrata una Europa de 1815 que parecía al borde de la locura. ¿Cómo influyó ese contexto en la historia?


F.P. Fue un mundo realmente convulso. Inglaterra tenía a Jorge III, un rey completamente desquiciado, encerrado mientras su hijo el futuro Jorge IV ejercía la regencia. Francia salía del imperio napoleónico y entraba en la restauración; España vivía una guerra interna entre absolutistas y liberales. Era un tablero de poder en plena reconfiguración. En medio de eso llegan dos americanos con un proyecto de reino inexistente. Me parecía un escenario perfecto para el humor, pero también para el drama. Quise mostrar que la locura no era solo latinoamericana: Europa también estaba al borde del colapso.


D.I. Mencionó que está experimentando con inteligencia artificial y animación. ¿Veremos algo de eso con esta obra en su canal de YouTube?


F.P. Sí, estoy explorando un formato híbrido. Trabajo con un amigo en España que desarrolla animaciones con inteligencia artificial, y la idea es crear pequeños episodios de Conspiración en Londres en video, como piezas breves para redes o para mi canal de YouTube. Me interesa mucho esa convergencia entre historia, literatura y tecnología. Creo que la IA, bien usada, puede ser una herramienta narrativa fascinante: permite visualizar épocas, dar vida a personajes históricos y acercar la historia a nuevas generaciones.


D.I. Por último, ¿qué consejo darías a los lectores apasionados por la historia que se acercan a tu novela?


F.P. Les diría que la lean con curiosidad, con el corazón abierto. Conspiración en Londres no es solo una novela sobre el pasado, es una reflexión sobre quiénes somos hoy. Creo que América Latina es una potencia cultural, un continente que ha aprendido a transformar la adversidad en creación. Nuestra historia está llena de dolor, pero también de belleza, de imaginación y de resistencia. Como decía García Márquez, el realismo mágico no es una invención, sino una forma de supervivencia. Y ese espíritu es el que quise capturar en este libro: el de un pueblo que se niega a resignarse y que, incluso en medio del caos, sigue soñando.

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