El Turco del vino: la historia de Luis Fernando Valencia, el hombre que convirtió una copa en su forma de vida

 


En una tarde templada de Medellín, entre copas alineadas y el aroma a roble tostado que llena el aire, Luis Fernando Valencia Sierra —mejor conocido como “El Turco”— habla del vino como quien habla de una pasión que lo eligió antes de que él la buscara. Su voz tiene la serenidad de quien conoce su oficio y la emoción de quien sigue descubriendo nuevos matices en cada botella.


Su historia comienza hace más de tres décadas, cuando Medellín apenas despertaba a la cultura del vino. En aquel entonces, pocos hablaban de cepas o de maridajes. Él, sin embargo, ya sentía curiosidad por esa bebida que parecía encerrar secretos antiguos. Trabajaba en el sector gastronómico y fue ahí donde encontró su primera oportunidad para aprender. “El vino me enseñó a escuchar —diría años después—, porque cada copa tiene algo que contar”.


Durante más de 25 años, El Turco hizo camino en restaurantes, bodegas y empresas dedicadas al mundo de las bebidas. Su disciplina, su curiosidad y su carisma lo llevaron a convertirse en uno de los sommeliers más respetados de Colombia, y especialmente en Medellín, donde su nombre se volvió sinónimo de elegancia, conocimiento y cercanía. Con el tiempo, su marca personal, TurcoVinos, se transformó en un referente de experiencias sensoriales, catas exclusivas y eventos que combinan arte, gastronomía y cultura.


A diferencia de otros expertos, Luis Fernando nunca quiso encerrar el vino en una torre de cristal. Su filosofía es sencilla y poderosa: “el vino no es un lujo, es una historia compartida”. Bajo esa premisa, ha llevado su conocimiento a hogares, restaurantes y empresas, organizando encuentros donde el aprendizaje se mezcla con la alegría de brindar. Su estilo rompe barreras: habla del vino con humor, con cercanía, y con la claridad de quien quiere que todos participen del ritual.


Su trayectoria profesional está marcada por su paso por Dislicores, empresa con la que consolidó su papel como embajador de vinos en Colombia. Desde allí ha representado etiquetas internacionales, promovido catas educativas y asesorado a marcas sobre cómo acercarse al consumidor nacional. Pero más allá de los títulos, su legado se mide en las personas que ha inspirado: cientos de alumnos, restauradores y curiosos que, gracias a él, aprendieron que el vino no se trata solo de oler y probar, sino de sentir y comprender.


“El Turco” es un contador de historias. Cuando describe un vino chileno o un tinto francés, lo hace como si narrara un viaje. Habla de los valles, de la uva y del trabajo de los viticultores con una emoción casi poética. Esa capacidad para traducir la técnica en emoción es lo que lo distingue. En una reciente entrevista afirmó: “No hay vinos malos, hay momentos mal elegidos”. Una frase que condensa su filosofía: el vino, al igual que la vida, depende del instante.


Sus redes sociales reflejan ese espíritu. En su cuenta de Instagram (@TurcoVinos) comparte recomendaciones de etiquetas como Carmenère Gran Reserva de Viña Tarapacá, Sauvignon Blanc de Leyda o el Rosé de La Celia, siempre acompañadas de consejos sencillos para maridar con comidas cotidianas. Su enfoque busca democratizar el vino, hacerlo parte del día a día del colombiano común, sin solemnidades ni tecnicismos innecesarios.


En los eventos que lidera, suele combinar vinos internacionales con platos locales: una arepa de chócolo con un Chardonnay, o un ajiaco maridado con un tinto joven. “El vino también puede hablar con la cocina colombiana”, asegura. Ese diálogo entre lo global y lo local se ha convertido en su sello, una muestra de cómo la cultura del vino puede adaptarse y florecer en cualquier tierra que la abrace con respeto y curiosidad.


Pese a los años de experiencia, El Turco conserva la humildad de un aprendiz. Admite que el mundo del vino es infinito y que siempre hay algo nuevo por descubrir. En cada cata, más que enseñar, busca contagiar entusiasmo. Tal vez por eso sus eventos son recordados no solo por la calidad de los vinos, sino por el ambiente que crea: cercano, cálido, familiar. El vino, en sus manos, deja de ser una bebida y se convierte en una historia compartida entre amigos.


Hoy, Luis Fernando Valencia es mucho más que un sommelier: es un embajador cultural del vino en Colombia. Su legado no se mide solo en copas servidas, sino en el cambio que ayudó a impulsar: el de un país que empieza a entender que el vino no es una moda, sino un lenguaje. En cada brindis que dirige, hay un mensaje implícito: que el vino una, que el vino enseñe, que el vino nos recuerde que la vida, como una buena cosecha, se disfruta sorbo a sorbo.

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